lunes, 14 de octubre de 2013

Lunes, yo también soy una vergüenza

He vuelto, después de tres semanas de desidia absoluta (ya incluso Malors publicó, ¡no mames!); simbólicamente, mi regreso tras una pausa tan vergonzosamente larga se da en el día más odiado por la chaviza. Pido una ENORME disculpa a todos mis ávidos lectores (sí, ustedes dos o tres) quienes, durante tres lunes consecutivos, entraron al sitio de internet y se encontraron con la trágica sorpresa de que no había publicado. Procuraré que una ausencia tan larga no vuelva a repetirse.

Este lunes, hablaré de una película considerablemente más vieja que el resto de las que se han tratado en este blog. Se trata de una de las obras más famosas de uno de los directores más importantes del Cine de Oro mexicano: Los Olvidados (1950), de Luis Buñuel. Como ya había mencionado en mi primera entrada en este blog (aquí pondría un link a dicha entrada SI SUPIERA CÓMO HACERLO), la película hizo que Luis Buñuel ganara el Prix de la mise en scène (mejor director) en la edición de 1951 del festival de cine de Cannes, siendo el único "mexicano" (era mexicano de mentiritas, un español naturalizado) en poder presumir dicho logro durante más de 50 años, hasta que Iñárritu consiguió el mismo galardón en 2006.

Los Olvidados cuenta la historia de un grupo de gente (casi todos unos chamacos) habitantes de una zona pobre de la Ciudad de México. La película refleja con una precisión hiriente las dificultades que trae consigo una vida sin privilegios económicos; es una total tragedia de inicio a fin, pero una tragedia llevada a cabo de manera brillante. Todos los personajes, afectados por la complicada situación que viven, tienen personalidades volubles y ninguno termina totalmente por consolidar un papel de "bueno" o "malo"; simplemente actúan por instinto de supervivencia, reaccionando ante la tremenda cantidad de adversidades que se les atraviesan. Ahondaré en este punto en la sección con spoilers.


Es difícil que una película en verdad logre que ames a uno de sus personajes, y aún más difícil es que consiga que odies a alguien. Los Olvidados tiene un personaje al cual me atrevo a decir que TODO el que haya visto la película mira con rencor: el Jaibo. Líder nato de la pandilla, tiene un olfato virtuoso para las fechorías y durante toda la película se la pasa inmiscuyéndose en la vida de los demás, causando estragos por doquier. Llega un punto en que cada que aparece en escena, no sabes si llorar, golpear la pantalla o sólo gritarle improperios. Gran actuación del muchacho.

Las actuaciones en general son buenas. TODOS los personajes hablan con un marcado acento populachero y chilango, lo cual le da mucha credibilidad a la película (me parece sorprendente que el acento chilango sea reconocible incluso en una película de hace 60 años). Aparte de la actuación del Jaibo, es de destacar la de Pedrito y la del Ciego, ambas bastante auténticas. La historia es buenísima, con muchos giros inesperados tanto en la vida como en la personalidad de los personajes, de manera que la película nunca se vuelve predecible. Como dije, es una historia bastante trágica que te hace sufrir de inicio a fin, pero este sentimiento tan envolvente se agradece bastante, no cualquier largometraje lo puede provocar. Mucha legitimidad también aporta la ambientación de la película, las locaciones donde se grabó fueron escogidas con mucha astucia, para mantener persistente un aire miserable. Por último, la dirección brillante de Buñuel (quien le añade ciertos detalles surreales a una obra tan realista) es el toque perfecto para que la película sea la gran obra que es.

Los Olvidados causó mucha controversia tras su estreno debido a la naturaleza cruel y fría del filme, al grado de que suscitó mucho descontento por parte de la población contra Buñuel. Sin embargo, el prestigioso laurel obtenido en Cannes retribuyó al director el reconocimiento que se merece. Sin duda, esta película es un clásico hecho y derecho del cine mexicano y no puede faltar en la lista de películas vistas de cualquier cinéfilo.

SPOILERS escondidos con la selección de texto.

Uno de los aspectos que más aprecié de la película, como mencioné con anterioridad, es la moral gris, y nunca totalmente blanca o negra, de los personajes. El aparentemente inofensivo Ojitos, quien durante toda la película parece ser noble y triste, es víctima en un par de ocasiones de la cólera contra el ciego, primero cuando amenaza con golpearlo con una piedra y después cuando alienta a Meche para que lo ataque con las tijeras, mientras el hombre intenta profanar a la joven. El mismo ciego primero nos inspira empatía al sufrir el abuso de los jóvenes, pero conforme la película avanza es evidente su naturaleza hostil y carente de misericordia. Pedro, el más claro ejemplo de la moral mutable que poseen los personajes, se nos presenta al inicio como un malandrín cualquiera y principal compinche del Jaibo (siendo incluso cómplice del asesinato de Julián), pero después adquiere nuestra compasión al hacerse notoria la falta de cariño de la madre hacia el niño y los intentos de éste por trabajar y corregir su mal rumbo. Incluso Jaibo, ese pinche Jaibo que cada vez que salía me provocaba decir la frase "¿ahora qué desmadre va a hacer este morro?", él también exhibe en su último aliento, que su conducta destructiva no es más que el reflejo de una infancia triste y en orfandad.

Otro detalle que también abordé en los párrafos anteriores, es que a pesar del claro carácter realista de la película, Buñuel logra insertar en ella unos aspectos totalmente surrealistas. En concreto, la presencia de gallos y gallinas a lo largo de toda la película y la manera en que éstos afectan a un trastornado Pedro. Podemos notar gallos durante la agresión al ciego, durante el asesinato de Julián, en la misma casa de Pedro, en el internado donde es alojado, y más. La secuencia del sueño de Pedro, es también bastante fantasiosa y nos muestra
 atinadamente cómo la mente del niño está en completo sufrimiento.

La escena en la que Pedro le lanza un huevo a la cámara me pareció brillante, una joya estética. Otro fragmento de mi particular agrado son los consejos que da el director del internado sobre Pedro, palabras verdaderamente sabias. El final de la película es magnífico, pues al morir tanto el Jaibo como Pedro no triunfa ni el bien ni el mal, pues en semejante ambiente tan hostil en que se vive la película no hay lugar para este tipo de luchas morales e idealistas.


Como detalle extra, me encantó poder reconocer ciertos lugares del Distrito Federal y ser consciente del paso de los años en ellos. Siempre es bonito poder observar cómo la historia moldea una urbe, con paso imparable.


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